Arcano
En el confín más austral del mundo hay una isla rodeada de mares salvajes, prohibida para todos los hombres, en ella, se alza una cumbre interminablemente alta, donde las almas claman a dios mientras se purifican con dolor en sus múltiples peñascos; este es el Purgatorio.
Solo hay dos formas de llegar a su playa; por medio de la barca divina de surca las aguas que solo un ángel puede navegar, o por la cueva penumbrosa que viene desde el mismo corazón del infierno, lugar custodiado por Catón, de largas barbas y semblante frió.
En esta mítica travesía, vemos a nuestro héroe seguir con su maestro por las escarpadas escaleras, durmiendo en los huecos de la montaña, presenciando el castigo impuesto a las almas que amaron a dios pero no respetaron su ley, hasta la cima, donde se conoce el jardín del edén y el árbol del bien y el mal.
Dante se sorprende de la calidad de castigos encontrados en este lugar, muchos de los cuales podrían ser mucho peores que los vistos en el infierno, observamos durante la subida las 7 puertas que deben ser cruzadas, donde cada ángel custodio expía al poeta y le alaba el camino.
El evento de la primera puerta, donde solo se ingresa si las dos llaves funcionan en el cerrojo; la de oro da la aprobación de dios para ser purgado, y la de plata afirma la capacidad del pecador para arrepentirse.
En este lugar donde se puede dormir, presenciamos el onirismo de Dante, llenos de simbolismos y enigmas, que lo dejan lleno de dudas, a las almas que piden oración para que puedan ascenderlas mas rápido, conocemos a Estacio y vemos por vez primera a Beatriz.
Solo es la segunda parte de su viaje, pero en esta, ya podemos ver los veredictos y motivos finales de la Divina Comedia, por qué tuvo que emprender el recorrido, por qué el alma cambia su forma al reflejo del cuerpo, por qué fue necesario contarnos toda esta experiencia.
Dante Alighieri es para el idioma Italiano, lo que es Cervantes para el Español o Shakespeare para el Ingles; su máximo estandarte, que lo conjuga todo, verso, idea y uso; una manifestación divina que maravilla a su lector y que nos advierte de cierta manera.
Con tal de no terminar como Ulises, mucho más allá de los pilares de Hércules, que por arrogancia navego hasta el fin del mundo, vio la montaña a lo lejos y fue tragado por las olas.